Más leídos esta semana

 

“… Desde que desapareciste y descubrí todos los hechos, no me he sentido tranquilo ni un momento. Así que necesito un poco de tiempo para arreglar las cosas.”


‘¿Qué demonios?’


No entendía el repentino cambio de opinión.


Helia era una persona que podía notar rápidamente lo que la mente pensaba, pero no era buena para reconocer los sentimientos de las personas.


“… ¿Puedo preguntarte, por qué has cambiado de opinión de repente?”


Le preguntó directamente.


“… He pensado mucho desde que te fuiste.”


“… ¿Pensar?”


“… Cuanto más aprendo de ti, más sé de ti, más te conozco, sé que eres diferente de lo que has estado ocultando.”


“… Eso significa que te he mentido.” Respondió Helia.


‘Pero, ¿qué tiene eso que ver con el repentino cambio de opinión?’


“… Por eso quería pedirte perdón cuando me reencontrará contigo, pero hoy de repente pensé que era un grillete para ti.”


“… Ya te dije que nunca pensé que te odiaba.”


Los ojos de Caligo se abrieron ligeramente y luego se suavizaron.


Era una mirada que era difícil de ver durante el matrimonio. En los cuatro años que no se veían, sonreía un poco mejor.


Se volvió un poco más natural y un poco más suave.


‘… Creo que se ha vuelto más astuto.’


Pensó Helia, bajando la mirada a sus dedos aún entrelazados.


“…Pero ahora, Helia parece más cómoda aquí que cuando estaba conmigo.”


“…¡Eso es…!”


Tal vez sea porque se acercaba de vez en cuando.


Es porque tenía miedo de que gritara incontrolablemente o la evitara con una cara desagradable.


A menos que se esté preparado con anticipación, se iría justo de frente como un desastre natural inevitable.


Helia cerró la boca con firmeza.


Aun así, no había manera de que pudiera decir eso.


“…Te refieres a organizar y aclarar tu mente, ¿Verdad?”


“…Estoy tratando de hacerlo.”


Contestó la pregunta de Helia.


“…¿No es eso lo que quieres?”


“…Hay muchas cosas en el mundo que no salen como uno quiere.”


De alguna manera, ante las afiladas palabras de Helia, Caligo respondió en silencio con una mirada perpleja.


Helia asintió dócilmente, frunciendo el ceño ante la sutil sensación desagradable.


“…Un mes. De acuerdo, lo haré.”


Helia se frotó lentamente los párpados con el dorso de la mano. Algo la agotó.


‘…Un mes.’


Era el tiempo adecuado para ordenar  la vida en Morse.


‘…¿A dónde debo ir cuando todo esté organizado?’


No tenía a dónde ir. Incluso una simple bestia se decía iba a buscar un lugar para morir, pero ella era peor que eso.


Helia ni una sola vez tuvo una casa o un hogar. Todo pertenecía a alguien más.


“…Pero Helia, si dices que está bien, si moví un poco tu corazón.”


Caligo extendió el brazo y agarró suavemente la muñeca de Helia mientras ella giraba la cabeza. Helia se volvió y lo miró en silencio.


“…¿Vendrás conmigo a la capital a nuestra casa?”


Los ojos de Helia se agrandaron.


“…¿Quieres que regrese a la capital?”


“…O de lo contrario ¿por qué no le dejas la capital a tu padre y bajas a la finca conmigo?”


“…¿Como parte del Ducado?”


A las réplicas de Helia una tras otra Caligo volvió a quedarse callado.


“…¿Construimos una villa?”


“…¿No es una acción muy temprana para pensar ahora?”


Caligo guardó silencio ante el corazón de Helia. Bajó lentamente los ojos.


“…Es cierto.”


De alguna manera sonó un poco deprimido.


“…Me gustaría poder subir las escaleras contigo.”


Una sonrisa desconocida apareció en los labios de Helia, ante la expresión triste en el rostro de Caligo, que estaba lleno de preocupaciones, y luego desapareció rápidamente.


“…En primer lugar, ¿no tienes algo que hacer?”


“…Algo cómo reconstruir la medicina destruida.”


Ante las palabras de Helia, los ojos de Caligo se abrieron ligeramente.


‘…Fue Helia quien la rompió.’


Pensaba que se había roto en la actual pelea.


Caligo abrió la boca involuntariamente, luego la miró, volteó a ver a la niña en la distancia, y volvió a mirar a Helia, y creyó entender el por qué había roto el frasco.


“…No tengo un conocimiento extenso de los monstruos, pero sé que los monstruos del tamaño de un lobo bargh tienen un excelente sentido del olfato.”


Ante las palabras de Caligo, ella volvió a mirarlo, cambiando su mirada evasiva.


Pero él observaba el funeral, por lo que Helia también dirigió naturalmente su cabeza hacia allí.


El funeral del sepulturero, a quién nunca había visto en su vida, estaba llegando a su fin lentamente.


Caligo parpadeó lentamente al ver cómo las llamas disminuían lentamente.


“…Helia, rompiste todos los preciosos frascos que habías hecho para proteger a Risse.”


“…..”


Helia parecía confundida, su expresión estaba totalmente contrariada. Giró la cabeza e hizo unos pucheros silenciosos durante mucho tiempo.


Después de un largo rato logró sacar el sonido de su garganta.


“…Era eso lo más…”


Fue una elección razonable y decente. Cuando estaba a punto de responder eso los labios de Helia, se cerraron de nuevo con fuerza.


De hecho, no era del todo razonable o correcto, como ella lo pensó en la situación.


Hubiera sido un poco más rápido para ella escabullirse y pedir ayuda o llamar a otros.


“…Esa fue la decisión más razonable y sensata.”


Ante las palabras de Helia, Caligo asintió en silencio.


“…Dijo que necesitaba a una mujer y no a un niño de todos modos, así que tenía la garantía de que no moriría.”


“…Ya veo.”


Caligo escuchó en silencio la respuesta de Helia, mientras su cabeza giraba hacía el otro lado.


De acuerdo a su lógica, no importaba si ella era la única que hubiera escapado en silencio, dejando atrás a Risse.


Risse seguramente habría seguido lo que Helia le pidiera.


‘…Una vez que me entero, y no es nada cómo eso, es mentira.’


¿Por qué no lo supo hasta ahora? Era una persona torpe en las mentiras y en el mundo.


“…¿Puedo acompañarte a Morse?”


“…No tengo un lugar donde quedarme. La casa actual dónde habito es vieja y vivo con tres mujeres.”


“…Intentaré ir con moderación.”


“…Llevarla a Morse es un poco…”


La niña, que había dejado de llorar antes de darse cuenta, se puso valientemente en pie y se acercó hasta ese lugar.


Los ojos rojos de la niña mostraban que había estado llorando hasta ahora.


Tenía el rostro y los ojos rojos e hinchados y parecía una carpa.


Helia se mordió ligeramente los labios antes de que le ganara la risa.


“…¡Papá! ¡Mamá!”


“…¿Papá? ¿Mamá?”


Marco, que pasaba por allí, abrió la boca. Saran, que estaba un poco lejos, se apresuró a acercarse con los ojos brillantes.


“…¡Hey! ¡Helia! ¡No puedes estar casada! ¿Por qué estás casada con este hombre y con una hija? ¿Por su aspecto?”


“…¿Qué?”


“…¡Qué linda es ésta pequeña, tan regordeta e hinchada!”


“…Mmm.”


Las mejillas de Risse, señaladas por los dedos de Saran, se inflaron.


Las puntas de los dedos de Saran se estremecieron mientras miraba a la niña llena de descontento.


“…Es algo linda.”


Volvió a extender los dedos.


“…De todos modos, ¡no puedes ser una mujer casada con una hija!”


“…¿No podría ser la hija de Helia?”


Marco se acercó con mucho equipaje y dijo:


“…¿Qué, es así? ¿Esta niña es tu hija?”


“…..”


Helia se quedó en silencio.


No pretendía ocultarlo, pero no creía que fuera muy bueno revelar que se trataba de la hija del Duque.


Especialmente si asistieron a la reunión. Si se trataba de una reunión de información, existía la posibilidad de que hubiera estado Caligo.


“…Pero esta persona aquí se parece mucho al Duque que estaba en la reunión anterior.”


Efectivamente, dijo Saran aturdida.


Saran parecía desconcertada. Helia miró a Risse, que estaba muy nerviosa.


“…Sí, eres el Duque. Has venido todo el camino hasta aquí. Y si esta es la hija del Duque y Helia, ¿Entonces quiere decir que Helia es la Duquesa?”


Marco resopló y dijo.


“…De ninguna manera. Eran sólo el Duque y el maestro.”


Saran negó con la cabeza en tono despreocupado. Helia no dijo nada.


De repente, cuando miró hacia abajo, vió a Risse con la cabeza inclinada y la cara que parecía estar llorando.


Los ojos de Helia aumentaron de tamaño y luego se entrecerraron lentamente. No era bueno que la atraparan.


¿Cuántos dedos señalarán a la niña? Cuando la sociedad se entere de que la madre de la niña está viviendo una miserable vida mientras trabaja como farmacéutica en Morse.


Los rumores son más rápidos que el viento, se extenderán en poco tiempo y posiblemente aumentarán.


Los rumores son como una bola de nieve, sumando, añadiendo, y multiplicando detalles. Los rumores malintencionados no tardarán en aparecer.


Qué sucias e hirientes son las palabras en el mundo social. Helia era muy consciente, lo sabía muy bien.


No tiene por qué ser una niña así.


Su garganta se llenó de lo que quería decir, pero no había palabras que pudiera decir de inmediato.




¡Abejita, no te olvides de comentar!

Suscríbete a las entradas | Suscríbete a los comentarios

- Copyright © El panal - Date A Live - Powered by Blogger - Designed by Johanes Djogan -