Tenía un rostro duro, como si hubiera visto algo increíble.
Helia podría afirmar que no lo volvería a ver posiblemente y nunca se habría imaginado encontrarse con él.
El lugar donde recordó su relación con él ese día fue el último. Tenía que hacer lo pretendía y pensó que así sería.
“… ¿Por qué estás aquí?”
Entre las muchas palabras que pasaban por su cabeza, la que destacó fue la más seca.
“… Ha habido daños por las inundaciones en Lambacher y nos han ordenado que nos ocupemos de ello.”
“… Muy bien, espero que los resultados sean buenos.”
Tras un largo silencio, Helia encontró lo que tenía que decir y escupió aquellas palabras creyendo que eran las adecuadas.
En realidad, no tenía mucho más que decir, aparte de eso.
Nunca se había imaginado un escenario así, por lo que simplemente no tenía ni idea de qué decir en una situación como está.
Fue una reunión incómoda, incluso para ser llamado un reencuentro después de mucho tiempo, la relación entre los dos era seca.
“… Si está bien. ¿Puedo hablar contigo?”
“… No tengo nada que decirte, estoy ocupada con el trabajo.”
“… Esperaré hasta que termines.”
Ante las palabras de Caligo, Helia cerró la boca.
No sabía por qué tenía que permanecer en esta situación incómoda.
Caligo siempre ha sido así con Helia. Siempre fue incómodo y siempre hacía que se sintiera un poco agobiada.
Nadie en el mundo la había hecho sentir así.
Al salir de la capital, fue una emoción que Helia no había sentido desde hace bastante tiempo. Lo miró con un nuevo sentimiento.
“… ¿Me vas a esperar?”
“… Sí.”
“… No sé cuándo terminaré.”
“Bien… Ahora que he esperado cuatro años, menos de 24 horas no es nada.”
‘¿Llevas 4 años esperando?’
Helia hizo una pausa.
Hay que decir que se reencontraron después de 4 años, pero también existía el riesgo de ser interpretados de manera diferente a primera vista.
“… Hay muchos ojos que ven aquí. Iré pronto a tu casa.”
Naturalmente, el hombre que sabía asentir con la cabeza se quedó callado con los labios cerrados.
“… ¿No puedo simplemente esperar?”
“… ¿Dónde?”
“… Te esperaré, ya sea de pie aquí o en un rincón discreto.”
El discurso de Helia también fue bloqueado por la estrecha *coacción.
*Coacción :fuerza o violencia física o psíquica que se ejerce sobre una persona para obligarla a decir o hacer algo contra su voluntad.
Helia frunció el ceño.
Miró alrededor del campamento y no había ningún lugar donde él pudiera estar. En concreto, ese era el más cercano al campamento de Morse.
“… Lo que tienes que hacer es entrar en esa tienda, ya que soy la única que la utiliza.”
“… ¿Entrar?”
“… Sólo voy a comprar algunos bocadillos”
“… ¿No has comido?”
Helia asintió con la cabeza. Dejó escapar un breve suspiro mientras lo hacía.
“… ¿Cuándo fue tu última comida?”
“… Ayer por la tarde.”
“… Estás muy delgada.”
“… Me duele cuando dices esas cosas.”
“… ¿Por qué es extraño?”
“… Porque también te pareces a mi.”
Fue una conversación seca, pero mucho más larga que cuando vivían juntos en la mansión.
Caligo parpadeaba continuamente, temiendo que lo que tenía delante se rompiera como un sueño.
“… Si te parece bien. ¿Puedo ir contigo?”
“… ¿Dónde?”
“… ¿A dónde vas ahora?”
“… Eres tan llamativo.”
Helia dijo que sentiría a Caligo brillando, frente a cada persona que pasara por su entrada.
“… ¿Puedes usar una máscara?”
“… Creo que podemos volver a ponernos las túnicas.”
Con una mirada indiferente, dijo mientras Helia sacaba una de las túnicas que colgaban sobre su entrada y la empujaba hacía afuera.
“… ¡Oh, gracias!”
Incluso cuando Caligo la aceptó, no pudo evitar la inquietud en su corazón.
Era como la calma antes de la tormenta.
“…..”
“…..”
El camino hacia el mercado volvió a ser silencioso.
Helia no dijo nada, y Caligo guardó silencio. Pensaba mucho en qué palabras decir, en qué tipo de conversaciones mantener, pero nada salía de su boca.
Por miedo a que esta paz se rompiera, Caligo no podía ni siquiera moverse.
“… Helia.”
“… Vi la carta que me enviaste.”
Helia se detuvo un momento, y luego volvió a avanzar como si nada hubiera pasado.
“… ¿Lo hiciste?”
“… Pensé en lo que significaba durante mucho tiempo.”
“… Es tal y como está escrito en la carta.”
Caligo la vio responder con indiferencia, y despreocupadamente comprando fruta y pan con familiaridad y pagándolo.
“… Pensé que aspirabas al título de barón.”
“… ¿Es así?”
“… Entonces no entendí cuando dijiste que ibas a dejarlo todo atrás.”
Caligo, que naturalmente había cargado el equipaje que llevaba Helia, dio el primer paso, dejándola atrás, que la miró como si estuviera desconcertada.
“… Puedes escuchar.”
“…. Lo escucharé.”
“…..”
Dejó escapar un suspiro por lo bajo y volvió la cabeza.
Incluso mantener una conversación le resultaba agotador. Sus ojos, mucho más apagados que entonces, parecían indiferentes al mundo.
“… Estaba completamente equivocado Helia.”
Los pasos de Helia se detuvieron de repente.
Cuando ella no lo siguió, Caligo se dió la vuelta rápidamente.
“… ¿Helia?”
“… Sea lo que sea lo que pienses, sea cuál sea el malentendido estás equivocado.” Dijo Helia.
“… No me tengas lástima.”
Era una cara ferozmente contorsionada.
Caligo se mordió la boca con esos ojos fríos.
“… Eres la única persona en el mundo que no puede simpatizar conmigo.”
“…..”
Le dolía el pecho como si le hubieran clavado un cuchillo en el corazón.
Sabía que ella lo odiaba, pero escucharlo directa y abiertamente era diferente.
Caligo sintiendo que su respiración lo sofocaba como si le atravesara los pulmones, desabrochó los botones que le apretaban el cuello con fuerza.
“… Así que no te compadezcas de mí.”
Reiteró Helia.
Caligo era la única persona en el mundo que no debía sentir compasión por ella. Era alguien con quién no quería simparizar.
Así que entonces, por la razón que fuera, Helia no quería escuchar ningún consuelo de su parte.
No importa lo muy dulcemente envuelto y adornado que esté, son palabras que no suenan a simpatía.
“… Un enemigo que es comprensivo…”
“… Lo que haces es tener lástima.”
Los ojos de Helia se iluminaron.
En lugar de las palabras que estaba a punto de escupir, Caligo pensó rápidamente en otra cosa.
“… Lo que quiero decir es…que siento no haber sabido lo de mi madre de antemano.”
“… ¿Qué quieres decir?”
“… Eso es sobre lo que dijiste entonces. Tú madre habló con el Vizconde Richiano y les dió dinero.”
Helia suspiró levemente ante las palabras de Caligo.
Se frotó ligeramente la mejilla avergonzada y asintió con la cabeza.
“… No fuiste tú.”
“…Siento no haberme dado cuenta antes.”
Helia asintió con la cabeza a las palabras de Caligo. Ahora que ha venido, se trata de cosas irrelevantes.
“… Está bien.”
“Y…fui a la mansión Richiano.”
“… ¿Lo hiciste?”
Helia respondió reanudando los pasos que había detenido.
El campo era visible frente a ella.
“…. También fui al ático.”
“… ¿Él ático?”
Helia hizo una pausa por un momento ante la inoportuna palabra no deseada, y luego asintió levemente con la cabeza.
“… Porque le dije al Conde Peanus que lo preservara.”
No había problema. Lo que vio fue un ático común, corriente, vacío y limpio, sin nada.
“… Helia, quiero que…”
“… Papá.”
Caligo dejó de caminar al oír su voz a lo lejos.
Parecía un poco confundido, y luego se dio la vuelta.
*Subiendo*
Escucho un sonido corriendo desde atrás, y luego una cosa pesada se colgó de su pierna.
“… ¡Papá!”
“… Creí haberte dicho que te quedaras hoy en el castillo, Risse.”
“Pero… cuando mi padre dijo que la vería, pensé que preferiría que papá me regañara a esperar….”
Viendo el brillo de los ojos y el temblor de su trasero, estaba claro que mentía.
Cuando dijo que probablemente iba a ver a su madre, argumentó que le dolía la garganta, por lo que no podía quedarse quieta.
Como era de esperar, la mirada de la niña se dirigió directamente a Helia, que estaba a su lado.
“…Esta niña.”
Helia frunció el ceño.
Caligo negó con la cabeza, con el corazón palpitando con fuerza ante las sutiles dudas.
“…No he salido con otra mujer desde Helia.”
Le dijo
“… ¿Sí?”
“… Entonces, si estás entendiendo mal…”
“… No lo entiendo mal, aunque digas que has salido con otra, no creo que tenga la misma edad que yo.”
“… Entonces no salimos juntos.”
Hay cierta fuerza en su voz.
Helia asintió con su rostro sutil.
“… Bueno.”
Incluso si bromeaba con que estaban saliendo de todos modos, estaba dispuesta a enfadarse de inmediato.