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Hay muchos agujeros en los que caer por aquí. Esa fue la forma en que yo, al menos, llegué a ver el mundo.


Agujeros pequeños, agujeros grandes, agujeros poco profundos, agujeros profundos, agujeros fáciles de ver, agujeros difíciles de ver, agujeros en los que nadie había caído todavía, agujeros en los que muchos habían caído.


En verdad, una gran variedad. Pensar en todos y cada uno de ellos me inquietaba demasiado como para dar un solo paso.


Cuando era joven, me gustaban las historias que me permitían olvidarme de los agujeros.


Y no solo a mí, sino a todos parecía gustarles escribir historias que describieran un mundo seguro, donde todos los agujeros tenían cubiertas. Podríamos llamarlas “historias esterilizadas”. Por supuesto, los protagonistas no solo tienen cosas buenas que les están pasando y, de hecho, experimentan una cantidad de sufrimiento y penurias superior a la media.


Pero, en última instancia, todo les ayuda a madurar y les da la sensación tranquilizadora de que “la gente puede aceptar cualquier cosa y vivir.”


Así son esas historias.


Creo que no queremos inducir tristeza también en nuestra ficción.


Pero un día, de repente me di cuenta de que estaba en un agujero oscuro. Caí de la manera más irracional, sin previo aviso. Era un agujero extremadamente pequeño y difícil de ver, por lo que no podía esperar la ayuda de otros.


Sin embargo, afortunadamente, el agujero no era lo suficientemente profundo como para que no pudiera salir, así que, durante un largo período de tiempo, logré salir por mi propio poder.


Una vez de vuelta en la superficie, disfrutando de nuevo del cálido sol y el viento limpio, pensé. ‘No importa cuán cuidadosas sean las personas, nunca saben cuándo se encontrarán con una trampa. ‘


Así es nuestro mundo.


Y tal vez el próximo agujero en el que caiga podría ser más profundo. Tan profundo que nunca volvería aquí de nuevo. ¿Qué debo hacer en ese caso?


Después de eso, dejé de leer con seriedad esas “historias que tapan los agujeros” que describí anteriormente. En cambio, llegué a preferir las historias que retrataban a “personas que se las arreglaban felizmente en agujeros”.


Porque pensé, quiero escuchar la historia de la persona que, en un agujero oscuro, profundo, angosto, frío, puede sonreír sin que sea un farol. Para mí, puede que no haya nada más consolador que eso.


“Dolor, dolor vete…” fue la historia de personas que cayeron en un agujero del que nunca más podrían escapar. Sin embargo, lo escribí con la intención de que no fuera una historia puramente sombría, sino también alegre.


Realmente puede que no lo parezca, pero lo es.


-Sugaru Miaki




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