Mi hermana menor, la quinta princesa Marianne, era una niña amada por todos.
Cuando esa niña sonreía brillantemente, no había una sola persona que no mirara hacia ella.
No hubo una sola persona que no escuchara cuando ella hablara.
Ojos dorados, los mejores del imperio, una apariencia encantadora sin igual y una personalidad amistosa.
Yo poseía cabello negro y ojos verdes como un cuervo, había una diferencia entre ella que era resplandeciente como el sol y alguien tímida como yo.
Todo el mundo estaba enamorado de ella y yo no era la excepción.
Marianne era muy diferente a mí en apariencia y personalidad.
Pero éramos familia. Porque compartíamos la sangre.
Incluso cuando la gente me compara con Marianne y cotilleaba a mis espaldas…
Amaba a aquella niña con todo mi corazón.
No, sería más seguro decir que estaba encantada por ella.
Hasta que me incriminaron por intentar envenenar al niño.