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 A este paso, no podrían volver al salón de banquetes.


Keira asistió al baile porque quería divertirse, pero en lugar de eso, fue apuñalada por la espalda por el hombre que le gustaba.


Fue triste y molesto.


Si no hubiera gente a su alrededor, habría llorado hasta sentirse mejor.


Arthur intervino y gritando dijo:


“¡Voy a por sus zapatos! Por favor, espere un momento, regreso pronto.”


Luego desapareció.


“El salón está por allí. Te guiaré.” Reina quiso ayudarla a su modo también.


“De acuerdo.” Keira no tenía ánimos para negarse.


“Ah, por cierto, tengo que conseguirte unas medias nuevas…” Reina lo noto rápidamente.


Las medias de Keira estaban cubiertos de suciedad, porque se había quitado los zapatos y fue tras de Aiden sin dudar.


Reina miró a Joseph, que estaba a su lado. No podía decirle exactamente que comprara medias de mujer.


“Vicecapitan, por favor, llévela con usted. Iré a buscar las medias, le pediré algunas a las criadas.”


“No, espera…” Keira estaba nerviosa.


“¡Ya vuelvo! Por favor, espere un momento señorita.”


Y se fue corriendo.


Como Arthur se fue a buscar sus zapatos y Reina buscó las medias, Joseph se quedó solo con su señorita a punto de llorar.


Joseph, que siempre ha sido directo, no tenía idea de cómo consolarla. No pudo decir nada mientras caminaban hacia el salón.


Su señorita parecía que lloraría en cualquier momento y a él le volvía loco la idea de verla llorar, y no se le ocurría nada que decir.


“¿Quieres un poco de agua?”


“No…”


Su voz se quebró como si tuviera la garganta seca.


Joseph le sirvió tranquilamente un vaso de agua.


“Para aliviar su garganta…”


“…De acuerdo.”


“¿Quiere volver a la mansión?”


“¡Por supuesto que no!”


Joseph pensó que debido a lo ocurrido Keira le pediría que preparará el carruaje inmediatamente, pero Keira se mostró inusualmente dura.


“Disfrutaré de todo, jugaré a gusto y luego volveré con ustedes.”


Declaró tan segura a pesar de no tener ni idea de como disfrutar en el baile. No quería volver a casa deprimida por una basura como esa.


Definitivamente se divertirá y volvería a casa con una sonrisa en la cara.


“Yo… señorita…”


“¿Uh?”


“Hoy muchos hombres ahí fuera pudieron apreciar su belleza. No esté tan triste.”


“……..”


La mitad del mundo estaba formada por hombres. Había tantos hombres como estrellas visibles en el cielo.


Pero… ¿no había muy pocos hombres cuya belleza pudiera competir con la de una estatua?


‘Hice lo que pude…’ pensó para sí misma Keira.


Le dolían los dientes de tanto apretar la mandíbula. Tendría que haberlo golpeado unas cuantas veces más en lugar dejarlo ir después de todo.


Para cuando Arthur y Reina regresaron con los zapatos y las medias, Keira estaba conteniendo las lágrimas de arrepentimiento y rabia.


Reina se acercó y dijo:


“Le ayudaré a cambiarse, así que ustedes, por favor, salgan.”


A la solicitud de Reina, los dos hombres salieron al pasillo.


Keira estaba aturdida mientras ajustaba su atuendo una vez más, y pronto, salió del salón.


Afortunadamente, sus ojos ya no estaban hinchados y rojos.


Ella tomó la delantera y dijo:


“Volvamos al salón de banquetes.”


Lo dijo con voz fuerte y segura… ¿pero por qué parecía estar enfadada?


Joseph la siguió, sacudiendo ideas que venían de su imaginación y de su cabeza.


“Yo la acompañaré.”


“¿Eh?” Keira estaba un poco sorprendida.


“Soy su compañero después de todo.” Joseph quiso reconfortarla con esas palabras.


Era cierto, Keira pensó en eso por un momento.


‘¡No puedes dejar de venir a una fiesta y socializar con tu pareja!’


Definitivamente, haría todo lo posible en el banquete antes de volver a casa.


La esposa del marqués dio la bienvenida a Keira al salón del banquete.


“Princesa, no te vi durante un tiempo, así que pensé que te habías ido a casa.”


“En absoluto Marquesa. La fiesta acaba de empezar.”


La marquesa se animó ante lo que dijo.


“Por supuesto, por supuesto. Acaba de empezar.”


Extendió la mano para agarrar el brazo de Keira, pero ésta fue más rápida.


Keira camino del brazo con su pareja hacia el salón de baile.


La mano de la marquesa flotaba en el aire tras perder su lugar para tomar el brazo de Keira.


“Ah, hey, espere un minuto, Su Señoría…”


Su voz no pudo alcanzar a Keira.


Entró en el salón de baile, dejando detrás a la marquesa.


Junto a ella estaba su pareja, Joseph.


Antes de que empezara la música, ella puso su mano en el brazo de Joseph y dijo:


“Hace tiempo que no bailo, así que puede que te pise por accidente.”


“Está bien Princesa.”


“¿Seguro que está bien?”


“Sí, ¿seria más doloroso que ser golpeado por la espada de madera de la Princesa durante el entrenamiento?”


Aunque Joseph transmitió los hechos sin pensarlo dos veces.


Keira que una vez dejó salir sus frustraciones contra él de esa manera no pudo evitar sentir la culpa por sus acciones.


‘¡Tengo que hacerlo mejor en el futuro!’


Con esa firme determinación, Keira dejó que la música meciera su cuerpo.


Levantó la vista para ver a Joseph mirándola fijamente.


‘Él es guapo.’


Aunque era un ángulo difícil para verlo bien, claramente podía apreciar su belleza aún así.


Pelo negro bien peinado hacia atrás, y rasgos que Iban bien con una expresión tan profunda.


Ello no se había dado cuenta antes porque lo había estado tratando como nada más que un subordinado, pero era bastante guapo.


Eso la hizo sentir aún más arrepentida de haberlo tratado tan duramente en el pasado.


‘Realmente debería hacerlo mejor.’


Mientras tanto, los miembros del Grupo A y los del Grupo B observaban a su dama y al vice capitán bailar juntos.


“No son muy… combativos? ¿Ese baile fue realmente asi?”


“De ninguna manera. Supongo que aún no se sienten cómodos.”


‘Pero me alegro de que al fin se haya dado cuenta.’ eso rondaba en los pensamientos de los caballeros.


Puede que no se sienta bien ahora, pero era mejor que sea demasiado tarde.


La música ligera del vals terminó poco después.


Y así el primer amor de Keira terminó en vano.


***


Sein, el ayudante del Gran Duque, presentó un montón de papeles delante de Ludwing.


“¿Qué es esto?”


“Me ha pedido que investigue el paradero de Su Señoría, ¿no es así?”


En el momento en que Ludwing intentó preguntar cuándo había ordenado a Sein que investigara el comportamiento de su hija, recordó cuando Keira dijo de repente que iba a asistir a una fiesta, le ordenó que averiguara lo que ocurría a su alrededor.


Aunque él ya sabía el motivo antes de que aparecieran los resultados.


Observó el informe con una mirada desagradable.


El ayudante se estremeció ante la mirada fría.


“Si me he equivocado, señor yo…”


“No es culpa tuya. Déjalo.”


Ludwig recogió el papel que habla dejado su asistente.


El paradero de su hija la noche de la fiesta estaba registrado con todo detalle.


Desde el encuentro con su abuelo materno, el marqués de Edimburgo, hasta la paliza a un noble en el jardín y el regreso a casa inesperadamente temprano.


Se preguntaba quién había seducido a Keira, que ni siquiera parecía tener una relación.


‘Así que fue el hijo más joven de la familia Castro.’


Era imposible que Ludwing hubiera oído hablar del hijo pródigo del mundo social.


Desconocía su reputación, pero se alegró de que las cosas no acabarán bien con Keira.


Una leve sonrisa se dibujó en su boca. La estimada dama del Gran Ducado y el hijo de un noble insignificante.


Era una combinación inadecuada


Viendo que ella misma había terminado con él, no parecía haber ningún progreso positivo entre los dos.


En la boca de Ludwing se dibujó una ligera sonrisa.


“No ha pasado nada.”


Cuando murmuró así, el ayudante pareció sorprendido.


“El informe dice que Su Señoría se reunió con el marqués de Edimburgo en el balcón. ¿Estaría bien dejarlo pasar? Dada nuestra última conversación, pensé que Su Alteza me pediría que explorara esto con más detalle.”


“……..”


Efectivamente, era como él decía. Si no se hubiera distraído, sin duda lo habría pedido.


“Habría sido raro que una nieta se encontrará con su abuelo en una fiesta y lo ignorara, no tiene gran importancia.”


“Eso es… tiene razón mi señor.”


Sein le miró con extrañeza, pero pronto volvió a su sitio de mala gana.


A los ojos de los demás, Ludwing podía parecer un padre al que le importaba más la neutralidad política que la noticia de la relación amorosa de su hija.


De hecho, él había pretendido que pareciera así.


Sin embargó su asistente ya no estaba tan seguro de ese hecho.











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