Al final, Caigo no pudo ocultar su vergüenza y saltó de su asiento.
Fue a la habitación de al lado, se baño rápidamente y, cuando regresó a la habitación, ella estaba sentada en la cama con la bata puesta.
Fijando su mirada hacía la ventana, estaba tan callada que ni siquiera se podía escuchar su respiración.
Estuvo así durante mucho tiempo, con una expresión completamente inexpresiva en el rostro, tanto que no se podía adivinar que estaba pensando.
A menudo ella era así.
Hace cuatro años, cuando estaba en la mansión, solía mirar por la ventana mientras esperaba terminar su baño y salir.
“…Helia.”
Caligo la llamó.
“…¿Has ido a bañarte?”
“…Sí, ¿En qué estabas pensando?”
Caligo hizo una pregunta que no había hecho en cinco años de matrimonio, y habló por primera vez en nueve años.
‘¿En qué demonios está pensando?’
“…Es que el aire libre se ve genial.”
“…¿Te gustan los espacios abiertos?”
Ante la pregunta de Caligo, Helia guardó silencio por un momento. Habló lentamente después de mucho tiempo.
“…Creo que me gustan las cosas que no están atrapadas.”
Al hablar Helia sonó muy insegura al dar una respuesta.
Caligo bajó la mirada lentamente con un ligero dolor de corazón. Ha vivido una vida aislada hasta el punto de no saber en lo más mínimo sus gustos y disgustos.
Sin siquiera tener la oportunidad de decir sí o no.
“…La próxima vez, si tenemos la oportunidad, hay un lugar que me gustaría ver juntos. Es el lugar más cercano al cielo, un poco alejado de la capital.”
Dijo Caligo, acercándose. Helia giró la cabeza y lo miró.
“…Helia.”
“…Sí.”
Al acercarse, inclinó la parte superior de su cuerpo y presionó ligeramente su brazo contra el colchón de lado de ella para apoyarlo.
“…¿Puedo besarte?”
“…¿Tan de repente?”
Helia parpadeó.
“…Sí, de repente quiero hacerlo. A menos, por supuesto, que no te guste.”
Mientras lo decía, sus labios ya estaban a punto de tocarse.
Sólo había un espacio del grosor de un papel entre sus labios.
Helia cerró lentamente los ojos, agarrando el dobladillo de la manta. Mientras ella inclinaba ligeramente la cabeza Caligo la besó con furia.
“Sí…”
Su lengua, que sólo había tocado sus labios, se introdujo lentamente en su interior.
Lengua con lengua se enredaron y rápidamente se succionaron profundamente.
Helia respiró profundamente porque sentía que iba a ser devorada por él de un solo bocado.
Sus movimientos, que al principio eran suaves, cambiaron gradualmente, con más violencia, y luego la presionó ligeramente en el hombro.
El calor permanecía dónde se tocaban. Tenían los labios ardiendo. Helia cerró los ojos con fuerza.
*Frío*
Un sonido embarazoso resonaba en su oído. Le mordía los labios y chupaba profundamente, entrelazando su lengua y tirando de la de ella.
Se estremeció ante la sensación de ser tocada hasta las raíces. Cuando Caligo encontró a Helia con los ojos cerrados, se mordió el labio unas cuantas veces más arrepentido y luego retrocedió lentamente.
“…Lo siento, Helia.”
Se cubrió la cara con los brazos, desconcertado, por sus labios hinchados.
“…Ha pasado mucho tiempo, así que… ha sido demasiado.”
Helia se frotó los labios con la mano y negó con la cabeza.
“…No, es mi culpa por no haberte detenido a tiempo…”
Helia, que miraba a Caligo de espaldas, cerró la boca involuntariamente.
A diferencia de antes, entre las piernas y el muslo izquierdo abultado, la hinchazón se notaba especialmente.
Helia desvió su mirada lentamente, fingiendo no haber visto.
‘…Casi no hay una sensación desagradable.’
Siempre que se pueda tolerar la sensación punzante cómo quemaduras de electricidad estática en la piel, es seguro decir que no tiene absolutamente nada de desagradable.
Al principio, tenía que apretar los dientes y soportar con todas sus fuerzas, pero ahora en ese momento podía tolerarlo.
Los pequeños estamos que le hacían cosquillas en el corazón, eran a menudo desagradables, pero eso era todo.
Esos cambios también los sintió Helia. Los momentos desagradables e incómodos se acumularon y finalmente se convirtió en el único.
‘…No, no es el único.’
Hay personas con las cuales no se sintió incómoda o le resultó desagradable, al ser tocada aunque los viera por primera vez.
No había sensación, como si hubiera tocado algo que no existía. Ni siquiera sentía el tacto.
Si no hubiera bajado la mirada, no habría sentido que había tocado su mano.
“…¿Qué va a hacer el extraño señor?”
“…Le ordené que investigue. Antes tendré que informar al emperador.”
Habló con un rostro ligeramente cansado. Helia bajó la mirada y volvió a mirarlo.
“…Helia.”
“…Sí.”
“…¿Tienes tiempo esta noche?”
Helia cerró la boca ante la pregunta de Caligo.
Por muy ingenua que fuera en este sentido, no era tan torpe como para no entender una pregunta tan descarada.
“…Debe estar la niña.”
“… Risse se acuesta temprano.”
“…¡No! ¡Risse se acuesta más tarde hoy!”
Como si se hubiera bañado antes de que se dieran cuenta, la niña con el pijama del color del cielo, gritó con una toalla enrollada en la cabeza en tal forma que parecía una oveja.
“…¿Cuándo has llegado, Risse?”
Preguntó Caligo sorprendido. Risse sonrió y estiró dos dedos para hacer una forma de V.
“…¡He venido en secreto!”
“…Debes haberte escapado.”
“…¡Pues no! He venido lo más pronto porque mi mamá quería verme rápido.”
La niña habló con curiosidad.
*Tok Tok*
Los hombros de Risse temblaron incontrolables cuando escuchó un golpe seco. Caligo entrecerró los ojos y abrió la boca.
“…¿Qué pasa?”
“…Su Alteza, ¿La señorita Clarisse ha venido por aquí?”
“…..”
Caligo miró a Clarisse, que estaba claramente nerviosa con los ojos muy abiertos.
La niña sacudió la cabeza una vez trás otra y retrocedió con cautela.
Cuando Helia vio que la niña se acercaba, se congeló y fue incapaz de moverse.
“…¿Su Alteza?”
Llamaban a Caligo desde el pasillo una vez más. Caligo con los brazos cruzados y la cabeza ladeada miraba con severidad a su hija.
Clarisse se escondió rápidamente detrás de Helia y agarró el dobladillo de la bata con cuidado.
Parecía que se escondía, pero a los ojos de Caligo, era como un gato que sólo ocultaba la cabeza.
“…Bueno, no la he visto. ¿Qué ocurrió?”
“…Después de bañarla, iba a secar y cepillar el cabello, pero de repente se puso la ropa y desapareció.”
“…¿Qué?”
La voz de Caligo descendió aún más ante el vergonzoso informe. La mirada entrecerrada se dirigió a Clarisse.
*Trago*
El sonido de la niña tragando tensión perforó sus oídos. Helia se tragó una risa en silencio.
Caligo la miró y finalmente se encogió de hombros.
“…No la he visto aquí, así que busca en otra parte. O estará jugando en algún sitio, así que puedes descansar.”
“…Sí, Su Alteza.”
Un suspiro suave y una voz preocupada se mezclaron desde exterior y se clavaron en sus oídos.
“…¿Ya estás satisfecha, Risse?”
“…¿Estás loco, papi?”
“…¿No crees que debo estar enfadado con una mentirosa?”
“…Pero, ¿Qué pasa si mi mamá se enfada mientras Risse se está bañando?”
Helia miró a la niña ante su voz ansiosa. Una mirada asustada llegó a Helia y luego cayó.
No se sintió muy bien al ver su cara llorosa.
“…Basta. Estoy libre por la noche.”
Finalmente, Helia detuvo a Caligo.
Caligo, que estaba abriendo los labios, se detuvo.
“…¿Estás segura?”
“…Sí.”
“…El hecho de que tenga tiempo significa que quiero tener una conversación…Por supuesto que habrá, pero esa es la única intención.”
“…Práctica…”
Añadió Caligo con cautela, mirando la cara de la niña por si Helia lo había entendido mal.
Helia asintió.
“…Lo sé.”
“…¡Ah, sí! Ya sabes…¿Lo sabes?”
“…No soy tan estúpida.”
No importa lo aburrida que sea por ese lado, no era tan descerebrada para actuar como una idiota.
Caligo asintió con fuerza ante las palabras de Helia. Se quedó aturdido durante mucho tiempo, como si hubiera olvidado regañar a Risse, y luego volvió a sacudir la cabeza.
“…¿En la noche? ¿Quieres pasar la noche con nosotros Risse?”
“…No, mi mamá tiene una cita muy importante con mi padre por la noche.”
“…¿Practicar? ¿Estás haciendo trampa?”
La niña abrió la boca como si estuviera sorprendida.
“…Está bien.”
“…¿Es una promesa más preciosa e importante que Risse?”
Los labios de Caligo se cerraron fuertemente ante las palabras de Risse.
Era una pregunta ambigua a la que no podía contestar con un sí o un no.